domingo, septiembre 29, 2013

Nihilismo o estupidez

Las cosas siguen pareciendo normales a pesar de la fatalidad implícita en todo. Cada año, esperando que algo cambie en ese mundo diario que es tan igual siempre, no existe providencia humana ni divina, ni siquiera un azar belicoso que haga que las cosas sean como son. Todo es simplemente porque así se nos presenta, y podemos actuar en cada situación dependiendo de nuestras capacidades.

Creo que no hay nada que provenga de nada, realmente no me importa que sucede en el futuro, qué sucedió en el pasado, ¿qué cadena une a los aconteceres diarios que los hace formar parte de un todo? No formamos parte de un todo. Las cosas serán siempre lo que logremos que sean, no hay un verdadero sentido en lo que obtenemos de las situaciones diarias. ¿Tiene sentido? ninguno.


A nuestras situaciones las une el superfluo hecho de que nos acaecen a nosotros pero, en la vastedad del horizante de posibilidades de la existencia, ¿qué nos hace pensar que somos nosotros quienes importamos? Porque cualquier suceso que nos haya ocurrido pudo haberle ocurrido a cualquier otro, por cualquier motivo. Si nos ocurre a nosotros, ni siquiera el azar importa en este caso. El azar es ese flujo de cosas que pasan sin motivo ni detonante: cosas que no podemos controlar, ¿por qué habrían de importarnos? Yo ignoro al azar tanto como a cualquier otro influjo que tengan los acontecimientos en el futuro de todo lo que encuentro a mi alrededor.

Asumo que las cosas estarán allí por alguna razón sin importancia, y si no lo están, será por algo. Algo, por supuesto, que está fuera de mi control. Las leyes, las normas, la moral. El hombre siempre ha anhelado el poder de controlar las cosas, lo cual me parece un absurdo tremendo. ¿Y si la humanidad llegase a un punto en que pudiera controlarlo todo: las leyes físicas, las normas sociales, la "conciencia" de todos los seres que pueblan este planeta insignificante? ¿Entonces qué? Yo digo que entonces se daría cuenta del tremendo absurdo que es. Estar en el pináculo de la existencia (que no de la "creación" -con muchas comillas-) sólo debe servir para aburrirse, para advertir el sentido del que carece nuestra vida, y la de cualquier otro ser que habite este confín cerrado que llamamos 'universo'. Nada tiene un sentido practico, ni lógico, ni moral, eso es lo que pienso; las personas se las han arreglado durante siglos para escapar de esa sinrazón de la existencia. Vivir sin un propósito, ellos lo sabían, es tremendamente vacío. La vida, la existencia, es tremendamente vacía.


Muchos dicen que todavía se pueden intentar hacer cosas, distracciones vanas para una vida que está destinada a no perdurar dentro de la vastedad del cosmos. "El infinito", ese sentirse parte de algo, sentirse parte de su propio proyecto de construcción. Las personas suelen intentar construir cosas, familias, hazañas, historias, edificaciones para la posteridad. Cosas que podrían resultar exterminadas en milésimas de segundo con el hálito pesadumbroso de una explosión. Y también cosas que quedarán en el paso de los eones. Sin sentido todas ellas, sin una finalidad.

Nada, por muy longevo que sea, perdurará. Y yo parezco muy fatalista porque muchos desean pensar que valdrán algo para alguien cuando ya no estén aquí. Yo dudo que el último hombre sobre la tierra se acuerde de Da Vinci. Yo dudo que el último ser en el universo recuerde nuestra herrática especie, nuestro modesto planeta, eso que quisimos edificar para que fuese algo entre la nada. Pero intentamos cosas aunque nadie vaya a recordarlas jamás. Con eso somos muy ególatras, muy optimistas, demasiado esperanzados. Ocupamos nuestro propio espacio, que será nada cuando ya no estemos para identificarlo como propio. Ocupamos nuestro tiempo en cosas, hacer algo nos permite creer que lograremos algo realmente. Hacemos cosas, intentamos hacer otras, vivimos en el devenir de las situaciones, creemos tener el control sobre algo. Creemos ser alguien. Finalmente, y con todo, opino que el único modo de perdurar en un organismo infinito que se come con el tiempo así mismo, es destruirlo.

lunes, septiembre 23, 2013

Un suceso

Un día pasé frente a la sucia esquina de una taberna en la avenida Quackenbos, lugar por el que no había pasado antes y el cual me atrajo de un modo raro.

Algún tipo de angustia interna me había sacado de mi casa y, ya en la calle, estuve vagando torpemente por las pocas calles que conocía; recorriendo el asfalto, el césped, los baldosines, hasta que sentía que me estaba desviando de mi camino y volvía a retomar una senda conocida. Me sorprendía en varias ocasiones tratando de recalcar el camino que debía seguir, me sorprendía porque yo nada conocía de aquella ciudad, y la excitación pasmosa de la exigencia me resultaba extraña. Así me descubrí en no pocas ocasiones, escudriñando el motivo de mi caminata mientras me decía internamente que faltaba poco para llegar.

Al cabo terminé en la avenida previamente mencionada, todavía con la sensación de no haber llegado a mi destino, poniendo esa sonrisa falsa y esa mirada llana que me causaban las mujeres mientras me acercaba a la esquina sucia de la taberna.

Me había llamado la atención su porte singular. Una mujer vestida así frente a un sitio como ese, no dudaba que fuera una puta, pero no lo parecía. O, convengamos, tal vez era una puta elegante, de esas que nunca podemos permitirnos pagar los miserables sin suerte como yo.

Quizá aquel día me sentía con suerte, no lo recuerdo. A veces, simplemente deseamos intentar hacer cosas aunque sabemos que nos van a salir mal, a veces somos medio masocas.

—¿Cuánto cobras? —Había llegado a su lado, puesto un pie en el bordillo de la acera y mi mirada vagó alrededor.

Luego el mundo fue un borrón fugaz de esa horrible sensación de ser humillado públicamente. Así terminé con un puntapié en la pantorrilla y gas pimienta haciendome perder la noción de varias cosas. Deseé largarme de inmediato, pero estaba en el suelo y veía tres manchas grandes a mi alrededor.

Eran tres tipos, lo supe por la posterior patada que recibí de lo que reconocí como una zapatilla deportiva. No sé, mi visión era limitada, la muy puta me había vaciado el gas pimienta en la cara. Recapitulando, creo que se molestó conmigo, y el hecho de que tenga tres guardaespaldas y esté en un sitio como éste me hacia plantearme varias preguntas. En primer lugar: ¿Por qué estaba yo allí precisamente en aquel momento y dije aquellas palabras?
Puedo ser tonto a veces. No fue sino hasta que me sentí arrastrado hacia una camioneta cuando reccioné. La superficie era rugosa, tras lo cual deduje que no estaba amoblada. Además, el olor punzante a marihuana me estaba mareando, y para mi era obvio que estaba en un problema gordo.

¿Han visto esa sensación de no estar entendiendo una situación y que de repente suceda algo inexplicable? Pues no sé cómo terminé en un depósito extraño y en medio de la más desconcertante oscuridad. Lo primero que sentí fue ese vacío y subidón de adrenalina cuando te arrojan hacia un lugar desconocido. Luego supe que mi cuerpo aún funcionaba a la perfección, cuando me golpeé contra el suelo y noté mi sangre correr formando un charco a mi alrededor. No lograba incorporarme, así estaba cuando entró alguien.

Oí el ruido de los tacones y luché por ver su rostro en la oscuridad—¿Qué me van a hacer?

—Hola. Mi nombre es Jeane. —Su tono era suave, rápido, algo burlesco.

—¿Qué me van a hacer? —Repetí.

—Tal vez nada. ¿Cuál es tu nombre? —Su mano tomó la mía mientras yo yacía en el suelo. Me encogí inmediatamente, observando con avidez en busca de algún destello de luz, alguna marca, alguna chispa de reconocimiento.

—Paulo. —Tragué saliva, apartando mi mano de la suya.

—¿Apellidos? ¿Tienes familia, Paulo? —Interrogó.

—Supongo que no tiene mucha experiencia en interrogatorios, señorita. Suponer que le respondería algo de eso... —Me burlé, sobrecogido y medio trastornado.

—Ah, pero usted sí que la tiene. ¿Cuánto cobra, Paulo? —Un presentimiento oscuro me invadió. Me sabía acosado por su mirada, escudriñado por toda ella. Palpé la sangre abundante en el suelo y traté de pensar.

—Era una pregunta lógica, ¿No lo cree? —Intenté sonar simpático. Mis extremidades temblaban, me había golpeado demasiado fuerte, mi oído y todo mi costado izquierdo dolían.

—Juzgar a las personas por los sitios que frecuentan suena lógico. Pero para actuar se debe tener mesura.

—¿Y? Ustedes, los que me trajeron aquí, no la han tenido. ¿Juzgué bien, no es así?

—Ojo por ojo, Paulo, el mundo es así. Ya que estuvo esperando problemas, había que dárselos.

—Gandhi habría dicho "y todo el mundo quedará ciego".

—Tal vez nos guste la ceguera, dejaríamos de ver con tan malos ojos. Además, Gandhi no iba a una taberna de mala muerte esperando encontrarse a una prostituta en la esquina, y sacar ojos es como una forma de arte.

—Todo esto es muy surrealista, ¿sabe? —Mi dedo formaba círculos con la sangre, que empezaba a espesarse. —Yo no quería ir allí, en primer lugar. Aparte, si no me esperara que un tipo que sale corriendo de una tienda fuera un ladrón, ¿qué sentido tendría correr para alcanzarlo?

—Podría no correr, simplemente. No es usted muy correcto, Paulo, no me está cayendo bien.

—Aún creo que es una maldita prostituta, no me importa si le caigo bien. Estoy intentando comprender qué hago aquí.

—¿Qué cree que hace aquí?

—Aguardar mi muerte.

La luz se encendió, las paredes se iluminaron y la luz mostró una habitación hecha de ladrillos, sin techo. El piso era de cemento y no había nada alrededor, sólo la mujer de tacones rojos y un gabán de piel que la cubría desde el muslo hasta los hombros, sosteniendo un arma.

—No debe suponerle una sorpresa, pero acertó. —Y no reconocí más que el destello de saberse perdido irremediablemente.

lunes, septiembre 16, 2013

Reseña: El perfume

Título original: Das Parfum, 1985.

Autor: Patrick Süskind.

Sinopsis: Jean-Baptiste Grenouille ha nacido, siguiendo las ironías de la vida, en el lugar más pestilente de Francia. Rodeado de olores, y siendo un ser sin olor; rechazado por carecer de esa marca característica que identifica nuestra humanidad. Poseedor de un don excepcional, su sentido del olfato no tiene comparación, y su genio como perfumista es inigualable. Así, en la cima de su oficio, su obsesión por un olor particular puede llevarle a extremos inusitados.



Este es un libro que ha leído todo el mundo, ¿no me creen? echan un vistazo a cualquier foro literario. Así pues, cuando lo encontré de casualidad por mi casa se me dijo "es un bestseller, y no es malo, es lo siguiente". Debido a esto, lo leí sin mucha expectativa, y me sorprendió agradablemente.

Grenouille es un genio incomprendido, como tantos que transitan en el vasto universo de la literatura. A él le diferencia de los demás el don con el que ha nacido, y su extraña condición de no poder emitir olor alguno.

Aquí tenemos su conflicto, desarrollado a través de toda la obra y el fondo de la misma. Es numen en su arte, y un monstruo en su defecto.

Arte rara por demás, y convertida en una obsesión para Grenouille, quien a base de insistencia y sagacidad llega a convertirse en un maestro en aquello concerniente al mundo de los olores.

Defecto diferenciador y determinante, que se vuelve una barrera entre él y la humanidad.

Como no podría ser de otro modo, poseer aquel tipo de don extraño le condiciona a analizar el mundo desde una escueta perspectiva muy personal. Los seres aislados tienden a desarrollar cierto tipo de superioridad que pretende justificar su falta de empatía con el mundo, a él le sucede algo parecido.

Grenouille reflexiona demasiado. Tal vez tratando de esclarecer cuál es la determinante que le diferencia del resto. Su falta de olor y su reinado sobre los olores eran elementos interrelacionados de un mismo ser que buscaba identificarse a si mismo.

Dije "reflexiona demasiado". Es decir, sino te identificas no te identificas, y entonces la novela puede parecerte intragable. No es, como otras obras de contexto parecido, un libro con varias perspectivas. Eres Grenouille, y nadie más. Ningún otro personaje tiene la fuerza suficiente como para ser llamado "personaje"; con lo cual se pierde interacción, con lo cual el autor tal vez quiso meternos dentro del mundo interno de Jean-Baptiste, pero limitó la obra.

Discuto este aspecto, el principal y más fastidioso defecto del libro, pues te obliga a establecer una identificación con el protagonista aunque no quieras. No es libre, no circula, no es una obra que puedas ahondar; todo está allí, ninguna reflexión puede sacarse de las de Grenouille, a menos que seas Grenouille.

Por otro lado, es bastante interesante, un personaje muy completo, un personaje que quieres conocer. El final del libro es muy personal, muy de Grenouille, quizá culminando ese proceso durante el cual le conocemos. Pero tal vez lo que más agrada de la obra son las descripciones exquisitas de Patrick Suskind. Buen narrador, logra propalar de un modo profundo las percepciones de su personaje.

Al final el perfume pasa a segundo plano por el protagonista. El olor, y esa atmósfera brillante de genialidad y bajeza que había logrado el autor, se diluye creando una novela más. Y es una pena.

Opinión: Estaba prevenida a no encontrar una buena novela, y eso creo que me ahorró una decepción. Está demasiado ensimismada, un libro muy replegado en sí mismo. Es bueno, aquello que tiene es bueno, pero le faltó mucho más. Si, es fascinante el modo en que se recrea un mundo desde una característica tan primordial y anodina como su olor; si, es punzante e insistente en la reflexión que lleva a cabo. Pero no me basta. No me malentiendan: He leído algunas novelas que transcurren desde la perspectiva de un único personaje, pero esto de, además, añadirle una propensión ególatra a que todo recaiga en sí mismo no me cautiva para nada. En general es buena, me gustó, es atrapante, bien narrada, bien estructurada, no puedo decir que es mala pese a sus defectos. Y agradezco el ambiente clásico, tan echado en falta y tan preciado.

Calificación: 6.5.