lunes, mayo 05, 2014

Lo que solía escribir



Siempre pensé que la existencia, oscura y remota, de nuestra especie sería aún menos apreciada en el horizonte de nuestra extinción si no existieran quienes intentaran salvar su recuerdo.

Parece raro, y durante algún tiempo creí de hecho que cualquier intento humano por evitar nuestro olvido sería tan vano como cualquier hoja elevada al viento de su azaroso destino, porque, después de todo, no elegimos cómo nos recuerdan ni quién juzga lo que hicimos como trascendente o banal.

Así que para mí sonaba un poco inútil la osadía de querer preservar la memoria nuestra historia, esa que sería fácilmente olvidable en el universo cuando ya no estemos. Pero también entregar lo que fuimos al juicio del tiempo y fuerzas ajenas me parecía mediocre. No podía simplemente permitir al universo ver a nuestra especie como algo que no fue.

¿Qué somos? "Lo que queremos ser" es siempre mi respuesta. Somos los que queremos ser. Por eso los artistas son tan valiosos para mí, de ahí nace mi admiración; ellos no se rinden, no asumen que el recuerdo de esta especie está perdido o condicionado a lo que algún ente externo quiera percibir de nosotros. Ellos aún creen que podemos tratar de que nos vean del modo en que quisiéramos, del modo en que fuimos como especie. Y retratan, capturan y exhiben cada aspecto de lo que somos, de lo que fuimos, de esa muestra de que nuestra especie no se limita a claudicar.


Ellos son arte: el reflejo de que estuvimos aquí e hicimos cosas, de que no nos rendimos aunque el objetivo que perseguíamos fuera más grande que nosotros e imposible de conseguir. Ellos muestran que comprendimos, de la manera limitada en que pudimos, al universo, y que siempre quisimos mejorar esa comprensión.